Los períodos de desarrollo del cachorro se denominan periodos sensibles, es decir, momentos en los que el aprendizaje de ciertas asociaciones resulta particularmente favorecido por la biología.
Podemos entender estas fases como ventanas de oportunidad que se abren para determinados aprendizajes y procesos de maduración y que, una vez cerradas, pueden acarrear una mochila de piedras a la hora de que el perro se desenvuelva con soltura y seguridad en el mundo.
Sobre el tamaño de estas piedras existen distintas visiones.
Las que señalan que el aprovechamiento de estos periodos es impreciscidible para que el cachorro sea una adulto equilibrado, integrado y feliz.
Y las que consideran que la influencia de las experiencias vividas en estos primeros periodos no son tan determinantes en el resto de la vida del perro.
En el siguiente artículo repasaremos las 3 primeras fases para centrarnos en el papel del apego, mecanismo de supervivencia que actúa entre madre y cachorros durante las 2 / 3 primeras semanas de vida, pero cuyo mantenimiento futuro por parte de la familia humana es fuente de problemas de maduración.
(Nota: los periodos temporales no son rígidos, sino que pueden variar de uno a otro cachorro)
Las 2 primeras semanas de vida del cachorro
Durante las 2 primeras semanas de vida, el cachorro recién nacido es completamente inmaduro desde el punto de vista sensorial, y por lo tanto dependiente de la madre para sobrevivir.
En este periodo se forja el apego entre madre y cachorros, una unión que aumenta las posibilidades de que la camada salga adelante, al suministrar alimento, calor, seguridad y cercanía.
Este es también un período en el que se manifiesta un rápido desarrollo del sistema nervioso.
Así, en esta fase, los traumas profundos y el estrés son capaces de dejar una marca indeleble en el cerebro del cachorro y en su comportamiento, probablemente porque actúan alterando los receptores de los glucocorticoides a nivel del hipocampo, impactando sobre lo que será la respuesta al estrés del sujeto, incluso mucho más tarde a lo largo de su vida (Ludovica Pierantoni: El perro en 360 º)
Por el contrario, se ha observado que un estrés “modesto” o de baja intensidad puede aumentar la capacidad del cachorro para tolerar el estrés en su vida futura; por lo tanto, los cachorros manipulados sutilmente tienen una mayor resistencia y una respuesta más adaptativa al estrés, una mayor capacidad exploratoria y un mayor equilibrio psicológico.
Es decir, en este periodo inicial, existen dos elementos clave para que el cachorro madure correctamente: uno es el apego dependiente hacia su madre y el otro la manipulación adecuada en forma y frecuencia por parte de los humanos responsables de la camada.
Periodo de transición, la tercera semana
El período de transición ha sido habitualmente ignorado, a pesar de ser un período fundamental en la vida del perro.
Comprende la tercera semana de vida, cuando los sentidos comienzan a despertar y a su vez se abren al cachorro toda una gama de estímulos con los que interactuará de manera progresiva.
En esta fase, un cachorro sano muestra un patrón predecible de cambios en el comportamiento, en las capacidades sensoriales y en las respuestas fisiológicas de adaptación; cambios que ocurren muy rápidamente.
Por lo tanto, el entorno debe proporcionar una estimulación adecuada.
Si tales respuestas adaptativas no pueden surgir y evolucionar correctamente en el momento adecuado, algunos autores, como Federica Pirrone, señalan que puede que nos encontremos con un cachorro que no sea capaz de adaptarse a nuevos estímulos y de desarrollar nuevas habilidades sociales.
Por lo tanto, el período de transición representa un cambio radical en las condiciones de vida y en las funciones fisiológicas del cachorro, ya que descubre y comienza a explorar el entorno, interactúa con sus hermanos de manera más intencional y percibe una gran variedad de estímulos a través de los cuales es capaz de dar sentido al mundo que le rodea.
Además, para que lo anterior sea posible, se inicia una transformación tan progresiva como inevitable en el vínculo con su madre: el apego comienza a decrecer poco a poco en favor del aprendizaje tutelado y seguro.
Periodo de socialización, de las cuarta semana a los 3 meses
Debemos entender el período de socialización como una fase que va más allá de las relaciones con sujetos de su misma y otras especies, para llevarlo también al entorno o ámbito objetual.
La neofilia (predisposición a descubrir) alcanza su apogeo en este periodo, lo que permite al cachorro acercarse sin temor a sujetos, objetos y situaciones de las que aprenderá consecuencias, tanto positivas, como negativas.
Asímismo, aquellas experiencias sin consecuencias relevantes (neutras) formarán parte del repertorio de la habituación, reduciendo la intensidad y frecuencia de sus respuestas.
El papel de la madre sigue jugando un importante papel en parte de este periodo.
Así, un estudio de la Universidad de Pisa evidenció que los cachorros que habían recibido una mayor cantidad y calidad de atención desde su nacimiento y hasta los dos meses, mostraban una mayor estabilidad emocional, respuestas más adaptativas al estrés y una mayor capacidad exploratoria.
Ese cuidado materno va aparejado al progresivo proceso de desapego iniciado en el periodo de transición, indispensable para la adquisición de mayores dotes de autonomía y autogestión por parte del cachorro, herramientas esenciales para su vida adulta.
Y aquí es cuando los humanos retrocedemos al apego
Suele ser en este periodo, entre los 2 y los 3 meses, cuando los cachorros conocen a la que será su familia humana.
Y es en este cambio radical de vida cuando suelen darse dos procesos problemáticos para la maduración del cachorro.
En el primero no nos detendremos demasiado, aunque expondremos algún apunte: dado que el cachorro aún ha completado su ciclo de vacunaciones, muchas familias deciden posponer durante semanas las salidas al exterior ante el riesgo de que pueda enfermar.
Esta situación interrumpe y deja incompleto el proceso de exploración y aprendizaje iniciado en las fases previas, precisamente en el momento en el que el cachorro cuenta con las mejores armas para afrontarlo con garantía: la neofilia (curiosidad por lo nuevo), que irá perdiendo terreno poco a poco en favor de la neofobia (desconfianza ante lo nuevo).
Exponer al cachorro progresivamente al mundo en el que vivirá no es incompatible con cuidar de su salud. Tan sólo debemos tomar algunas precauciones básicas.
En el segundo proceso problemático se da una regresión a la fase de apego dependiente que la madre comenzó a disminuir semanas atrás.
La familia humana vuelve a tratar al cachorro como si fuese un ser incapaz, absolutamente dependiente de nosotros para sobrevivir. Y es obvio que en muchos aspectos lo es y será durante toda su vida, como son el suministro de alimento, cariño o seguridad.
Pero ello no implica coartar su desarrollo de raíz, su incipiente aprendizaje de normas sociales, de competencias emocionales, su exposición a situaciones leve o moderadamente estresantes de forma que aprenda a gestionarlas.
Es necesario encontrar un equilibrio entre la protección y la necesidad del cachorro de experimentar y aprender.
Dicho de otra forma, hay que evolucionar del apego dependiente al afecto autónomo.
En nuestra experiencia profesional, encontramos multitud de perros, llamémosles pre adolescentes (entre los 6 y los 10 meses) con serias incapacidades para tolerar la espera de una forma acorde a su edad, continúa e insanamente frustrados, invasivos o desconfiados en los social y temerosos en lo objetual. Con tendencia a reaccionar exageradamente, en vez de actuar adecuándose a la situación.
Multitud de perros que se han estancado en la fase de apego dependiente, imprescindible, como hemos visto, en sus primeras semanas de vida, pero fuente de problemas si se mantiene inalterable más allá de lo necesario.