El conductismo, como corriente psicológica, inició su andadura a comienzos del siglo XX.
Más de un siglo entre nosotros y aún mantiene un papel protagonista en el quehacer diario de los educadores, adiestradores o entrenadores caninos.
Este protagonismo me recuerda al de esos actores que fueron inmensos y referentes en una época determinada de la historia del cine.
Unas décadas después, siguen siendo requeridos para papeles principales, pero en películas de dudosa calidad.
Podemos recordar al incomparable Robert de Niro de “Toro Salvaje” y “Taxi Driver” y situarlo frente a la caricatura de si mismo que nos ha mostrado en precuelas y secuelas de “Los Padres de Ella” o similares.
Otros artistas, en cambio, aceptan con naturalidad que su época protagónica pasó. Y no por ello reniegan de seguir aportando su talento al cine.
Seleccionan sus proyectos con mimo, asumiendo a menudo un rol secundario pero preparado a conciencia y contribuyen con su solidez a la calidad del conjunto.
Saliendo de las sala de cine y volviendo al comportamiento canino, el enfoque conductista aporta, sin duda, valiosos conocimientos, recursos y técnicas a la hora de trabajar sobre el aprendizaje y la conducta del perro.
Pero delegando todo el protagonismo sobre un actor con incontestables tablas, pero cuyo repertorio resulta eficaz únicamente en determinados registros, no podemos aspirar a una película redonda.
Los planteamientos conductistas han superado el siglo de vida demostrándose, en gran medida, acertados, pero también incompletos. Algo inevitable cuando hablamos de progreso científico.
Copérnico: tienes razón, pero no tienes razón
Copérnico, allá por el siglo XVI echó abajo la teoría, hasta entonces aceptada, de que la Tierra era el centro del universo.
Propuso, acertadamente, que nuestro planeta y otros astros giraban en torno al sol. Pero a partir de ahí dedujo, esta vez equivocadamente, que nuestro Sol era el verdadero centro del universo.
El astrónomo y clérigo (vocaciones de difícil encaje) dio en la diana hasta donde pudo con los medios y conocimientos de la época.
¿Quién podía siquiera imaginar el tamaño y la complejidad del cosmos en pleno Renacimiento? Pero su descubrimiento fue imprescindible para que otros pudiesen avanzar.
Y así, unos cientos de años después, en 1920, Edwin Hubble demostró que el sol, lejos de ser el centro del universo, formaba parte de un complejo sistema aún mucho mayor: la galaxia Vía Láctea. Y que ésta era tan solo una más entre miles de millones de galaxias más.
Negar hoy en día que la tierra y el resto de planetas giran alrededor del Sol sería absurdo. Tanto como mantener que la estrella que nos gobierna es el centro del universo.
La astronomía y la física, paso a paso, hallazgo a hallazgo refutado, van construyendo una visión más amplia y exacta de cómo funciona el universo. Sin invalidar lo que se ha demostrado cierto, sino utilizándolo para avanzar e iluminar más recovecos de realidad.
Volviendo al mundo del perro, no podemos obviar la importancia del aprendizaje asociativo en la adquisición de nuevas estrategias conductuales o en el refuerzo o disminución de las ya existentes.
Ni restar importancia a las asociaciones que se realizan por condicionamiento clásico.
En resumen, desdeñar lo aportado por Watson, Skinner, Thorndike o Pávlov y otros tantos.
El conductismo centró su estudio en lo externo, en la conducta visible, aportando en su momento nuevas y alternativas respuestas al enfoque psicoanalista, tan preocupado en mirar hacia dentro.
Su irrupción no supuso el fin ni anulación de las terapias introspectivas, sino la presentación de nuevos argumentos y la matización de otros previamente establecidos.
La llegada a mitad del siglo pasado de nuevos enfoques cognitivos tampoco anuló lo aportado por el conductismo.
Los posteriores descubrimientos desde el enfoque cognitivo y otros ámbitos de estudio, como la neurobiología, la psicología social o las nuevas teorías sobre la motivación (por citar algunos ejemplos) continúan ampliando nuestra visión, descubriendo otras capas de la compleja realidad y aportando nuevas herramientas para trabajar de manera más eficaz en lo que nos atañe: los perros.
En los trabajos actuales relacionados con el comportamiento del perro, aún vivimos tiempos en los que nuestro admirado Robert de Niro se empeña en ser el protagonista absoluto de la película, siendo plenamente consciente de muchos de sus talentos, que son unos cuantos, pero cerrándose en banda ante sus limitaciones.
En cualquier caso, y para ser justos, esto no es en absoluto responsabilidad del bueno de Robert, sino del director de la película, que apuesta todo a que el mismo actor le salve, una y otra vez, la taquilla.