Atribuir a la reactividad comportamientos más o menos repentinos, incómodos o preocupantes de nuestros perros es algo que está de moda.
¿Cuáles son los motivos de esta supuesta “epidemia” de reactividad que asola pueblos y ciudades?
Por un lado, sin duda, la tendencia creciente a relacionar distintos problemas de comportamiento con el mundo emocional de los perros. Y este camino es acertado.
Tras décadas en las que les hemos tratado como simples máquinas de generar o inhibir conductas según apareciesen premios o castigos, parece que al fin, lo que la ciencia sabe desde hace décadas sobre el funcionamiento de las emociones y su influencia en el comportamiento, va ganando terreno en nuestra forma de convivir, relacionarnos y querer a los perros.
Lo anterior es un importante paso, no cabe duda, pero no podemos obviar otro fenómeno relacionado y pernicioso que se está produciendo.
A menudo se utilizan términos como “reactividad”, “gestión emocional”, “autocontrol”, “ansiedad” o “estrés” de una manera imprecisa, pasando de puntillas, sin identificar claramente a que nos referimos ni como mejorarlo, casi diríamos que hablamos de estos conceptos de un modo pre-científico. Y esto nos lleva, irremediablemente, a que quizás cambie el lenguaje, pero no de forma sustancial la manera en que tratamos a los perros.
Os animamos a profundizar en el mundo emocional de vuestros perros mediante la observación intencionada y directa, mediante la formulación de preguntas, mediante la lectura de obras de referencia, mediante el trabajo con profesionales que aborden esta cuestión de manera rigurosa.