Si dos perros que conviven juntos han llegado a agredirse, no existe una solución sencilla.
En este aspecto y en primer lugar debemos diferenciar disputas poco frecuentes que no llegan a la agresión física y que podemos considerar parte de la convivencia, de conflictos que detonan en pelea o cuya tensión se manifiesta de manera habitual.
Cuando nos encontramos en el segundo caso, hay que añadir la honda preocupación, angustia y tensión que genera en los tutores que dos de los integrantes del hogar se agredan.
Desde luego, aunque no hay truco que resuelva la situación de la noche a la mañana, hemos de decir que con acertando en las causas del problema y con una correcta y cuidadosa gestión una gran cantidad de casos terminan solucionándose.
Factores que influyen a la hora de resolver peleas o conflictos entre dos perros que conviven
- Intensidad de las peleas: a mayor intensidad, peor pronóstico.
- Frecuencia de los conflictos, aunque no terminen en pelea: conflictos frecuentes evidencian que la relación se ha enquistado.
- Duración del conflicto: A mayor duración, peor pronóstico.
- Capacidad de autocontrol de los animales: a mayor competencia de autocontrol, mejor pronóstico.
- Entendimiento de la situación por parte de los tutores y nivel de manejo cotidiano: a mejor manejo y entendimiento, mejor pronóstico.
- Diferencias de edad, tamaño y salud entre las perras: a mayores diferencias, peor pronóstico.
Factores internos de los perros que pueden aumentar las posibilidades de conflictos
Existen diversos elementos que aumentan las probabilidades de que la relación entre dos perros que conviven juntos sufra desajustes.
Si aún no has incluido a un segundo perro y estás planteándote esa posibilidad, debes tener en cuenta las características de los animales que van a convivir.
Un tutor experimentado quizás pueda manejar situaciones diversas, pero para uno novato existen algunas combinaciones que, a priori, pueden resultar más complejas:
- Un animal enfermo o anciano, con merma de su energía y capacidades físicas, a menudo puede sentirse irritado y abrumado si integramos en el hogar a un cachorro o perro joven, inquieto y enérgico. Se encuentran en los polos opuestos de la vida, tienen distintas necesidades y ello puede generar fuertes tensiones.
- En ocasiones, una diferencia de tamaño importante entre ambos perros puede dar lugar a un comportamiento predatorio en el que el de mayor tamaño entiende que su compañero es una presa. Este tipo de situaciones suelen derivar de juegos muy excitantes de persecución en los que el perro más pequeño pasa a ser a ojos del más grande una presa a la que cazar en vez de un sujeto con valor social. Por otro lado, en caso de una pelea, una diferencia importante de tamaño desnivela las fuerzas.
- Las jerarquías sociales entre hembras a menudo no terminan de definirse, fluctúan y varían, se intercambian los papeles. Si además se trata de dos hembras castradas y con anteriores episodios de agresividad, la ausencia de estrógenos y progestágenos que actúan como inhibidores de la agresividad, pueden aumentar la intensidad de los conflictos.
- En el caso de machos enteros, también pueden surgir tensiones fruto de la competitividad con finalidad reproductiva.
- Problemas emocionales severos: si uno de los integrantes del grupo tiene problemas de base emocional severos (baja tolerancia a la frustración, ausencia de autocontrol, etc) puede ser fuente de conflictos en el grupo. Antes de abordar el problema de convivencia, sería necesario mejorar el estado de este perro.
Factores externos que pueden propiciar la aparición de conflictos
Repasemos algunas de las causas externas que, sumadas entre sí, pueden desencadenar conflictos en el hogar:
Mala gestión ecológica
A menudo la base del problema se encuentra en la ecología y las condiciones de la convivencia.
Los juguetes, comida, lugares de descanso son recursos que a menudo generan competencias innecesarias.
Aquellos perros que viven en una situación de sobreabundancia de recursos, pelean menos.
Por ejemplo, si en vez de 1 o 2 juguetes, hay varios repartidos por la casa, ¿que motivo existe para pelear por ellos? No obstante, cuando la abundancia de recursos no resuelve las disputas, debemos buscar las causa en otros factores.
Dentro de estos factores ecológicos, es importante destacar los lugares de descanso. La situación ideal es contar con varios espacios para diferentes fines. Por ejemplo, un espacio principal como el salón con para hacer grupo en el que podemos situar distintas camas. Y otros espacios de relax en otras habitaciones de la casa a las que el perro pueda retirarse cuando desee tranquilidad o necesite desconectar de la vida en grupo.
Incorrecta introducción del nuevo perro en el hogar
Empezar con buen pie es importarte. Y realizar encuentros satisfactorios en zonas neutrales durante unos días, para posteriormente pasar a zonas de paseo del perro que ya vive con la familia y, por último, finalizar con encuentros en el hogar, es la forma de no dejar al azar el devenir de la relación.
La actitud de los tutores
A menudo es la persona quien siembra sin pretenderlo el ambiente perfecto para el surgimiento de la tensión.
Por ejemplo, hemos conocido varios casos en los que la familia se vuelca en atenciones hacia el perro que lleva más tiempo en casa ante el sentimiento de que le están abandonando al incluir a un nuevo miembro en el hogar. De esta forma estamos influyendo en el transcurrir natural de los acontecimientos.
Normas pocas pero coherentes
Hay que establecer unas normas de convivencia claras, justas y equitativas desde el principio. También coherencia y constancia en su aplicación. Ello ayuda a que los perros se sientan menos ansiosos al poder prever las consecuencias exactas que tendrá cada una de sus decisiones.
El establecimiento de normas de convivencia es una de las bases para que se establezcan relaciones sin tener que recurrir al conflicto. Y es que si los tutores no son fuente de seguridad, se crea el ambiente perfecto para que la expectativa contínua, el nerviosismo y la inseguridad aparezcan.
Intensidad y frecuencia de las tensiones
Existen también múltiples situaciones en las que los propios perros resolverán sus tensiones de forma adecuada, sin necesidad de recurrir a la pelea. Y así debe ser y no hay porqué entrometerse. No olvidemos que el enfado, en intensidad adecuada (sin llegar a pelearse) y frecuencia muy ocasional, es parte de una convivencia saludable.
Cuando las situaciones de tensión aumentan en frecuencia o los mecanismos de ritualización no funcionan, llegándose al enfrentamiento físico, la recomendación es ponerse de inmediato en manos de un profesional.
Para evitar llegar al punto anterior, es importante observar síntomas previos de incomodidad, abuso o hipervigilancia de un perro sobre el otro y ponerle freno antes de que se enquiste la relación.
Mis perros se han peleado ¿Qué hacer?
Si las peleas ya se han producido, como decíamos, es imprescindible ponerse de inmediato en manos de un profesional (recuerda que a mayor duración del conflicto, peor pronóstico). Si el tutor fui incapaz de advertir las señales previas de tensión o incomodidad, difícilmente va a ser capaz de reconducir la situación por sí mismo.
No obstante, si que está en sus manos no empeorar la situación siguiendo los siguientes consejos:
- Separar las peleas, no a los perros: una mala relación en el seno de una familia no puede suponer separar a los perros. De esta forma difícilmente se podrá reconstruir la relación. En este punto, recomiendo profundizar en la construcción de un espacio relacional seguro en el hogar, siguiendo, por ejemplo, los pasos recomendados en los libros “Los perros necesitan libertad” de Carlos Alfonso López García. En resumen, se trata de mantener la convivencia, pero evitando que los perros puedan dañarse.
- Hay que evitar aquellas situaciones que han generado conflictos mientras la situación mejore. Por ejemplo, si los perros se activan a la hora de competir por objetos, comida o juguetes que generan rivalidad, podemos retirarlos. La repetición de otra pelea únicamente reforzará el conflicto. Además, este control ayudará a establecer una especie de historial de seguridad, es decir, un tiempo en el que las tensiones han sido mínimas o no han existido, lo que ayudará, tanto al tutor al sentir que vuelve a manejar la situación, como a los perros a recuperar un estado de mayor calma y confianza.
- Mantener especial atención a las señales de nerviosismo o hipervigilancia: mirarse fijamente, acercarse frontalmente, rigidez corporal en la distancias cortas, abalanzarse de forma brusca para ganar la posición por un recurso o una atención, tratar de arrebatar un objeto de valor (juguete o comida)… Suelen ser comportamientos que preceden a una pelea. Por ello, los tutores deben estar atentos a estas situaciones para frenarlas en sus primeras manifestaciones, siempre con seguridad, pero también expresando mucha calma.
Nuevas pautas en la relación
- Coherencia y certezas: Hay que tratar de que cada interacción con los perros sea una pequeña clase cuyo objetivo sea el desarrollo de la paciencia y la calma, evitando expectativas y momentos de tensión innecesarios.
- Actividades conjuntas y colaborativas: realizar actividades que fomenten la colaboración, como juegos o ejercicios en los que los perros deben realizar una conducta individual determinada para lograr un fin común, además de paseos relajados o sencillas actividades de olfato, suman tiempo positivo a la relación. Con quien disfruto y colaboro, no querré pelearme.
- Cuando nosotros somos el recurso valioso: aunque comida, juguetes o espacios son elementos de valor y a proteger para muchos perros (mala gestión ecológica), a menudo el recurso más disputado es el afecto o la atención de la propia persona, de ahí que muchas peleas se inicien tras alguna acción con está o ante su presencia. Debemos gestionar los momentos en los que mostramos atención (afecto, saludos, juego, etc) excluyendo de la ecuación la expectativa desmesurada y el nerviosismo, además de ser equitativos y dedicar tiempo individual a cada perro.
- Reconocer y acompañar en los buenos momentos: acercarse de lado, con sus cuerpos en paralelo, reconocerse a través del olfato, invitaciones al juego, tumbarse cerca y simplemente mantenerse tranquilos son señales que indican confianza. En la convivencia, la tranquilidad debería ser la norma. La excepción deben ser las expresiones de relación dinámicas o expansivas. Un alto porcentaje de tiempo al día sin interacciones vistosas es sinónimo de buena calidad de la relación. La convivencia saludable es a veces aburrida, pero también sumamente plácida y reconfortante.
- Restablecer una nueva ecología: como señalábamos previamente, cuando los perros viven entre abundancia de recursos, los conflictos tienden a ser menos. Por ello, mejor que sobren, por ejemplo, lugares de descanso a que falten. Teniendo de esta forma, además, la posibilidad de descansar a cierta distancia del otro perro cuando se desea.
Conclusión
Las peleas o la tensión contínua son sólo los últimos escalones de una escalera en cuyo recorrido habitualmente las perros ya han emitido múltiples señales de que la relación no va por buen camino.
Y la repetición de estos episodios únicamente envenena la relación. No se trata de situaciones que tiendan a resolverse por si mismas.
Con la ayuda de un buen profesional, puede solucionarse y lo recomendable es acudir en sus primeras manifestaciones.
Nuestra experiencia en este tipo de casos nos dice que hay que dedicar gran energía y determinación, que llevan tiempo y que tras un gran avance, pueden producirse retrocesos, principalmente motivados por la relajación al comprobar que las perros han mejorado tras un periodo de tratamiento.
En cualquier caso, es imprescindible determinar cuales son las bases del conflicto. Y, una vez definidas, desarrollar la mejor forma para trabajar y determinar las prioridades para reestablecer la armonía.