Nuestros perros son mucho más que sus conductas y comportamientos visibles.
Quienes compartimos la vida con un perro lo sabemos.
Y por ello, nuestro trabajo en gestión del comportamiento canino no puede limitarse al control, a potenciar o reducir conductas.
Los perros se emocionan, se relacionan, aprenden y evolucionan con sus pautas propias de especie, pero también desde sus características, experiencias, matices, vivencias y necesidades individuales.
Nuestro enfoque considera que los comportamientos o conductas visibles son sólo la punta de un iceberg sustentado por otros factores emocionales, sociales, cognitivos y sociales.
Por ello, para mejorar cualquier conducta, y hacerlo de una manera consistente, es imprescindible identificar y desarrollar la parte sumergida de ese iceberg.
Si nuestro perro avanza hacia su bienestar, si alcanza las competencias necesarias en lo emocional y en social y cuenta con unos óptimos niveles de desarrollo cognitivo y físico, su comportamiento mejora y su felicidad se incrementa.
En definitiva, solucionamos los síntomas, porque abordamos en profundidad las causas.